viernes, 29 de octubre de 2010

JESÚS Y LOS MARGINADOS: EL LEPROSO. Lc 5,12-16.

12 Estando él en uno de aquellos pueblos apareció un hombre todo lleno de lepra; al ver a Jesús se echó rostro en tierra y le rogó:
- Señor, si quieres, puedes limpiarme.
13 Jesús, extendió la mano y lo tocó diciendo_
- Quiero, queda limpio.
Y enseguida se le quitó la lepra.
14 Él le mandó no decírselo a nadie, añadiendo:
- Al contrario, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que prescribió Moisés como prueba contra ellos.
15 Se iba hablando de él cada vez más, y grandes multitudes acudían a oírlo y a que los curara de sus enfermedades;
16 pero él solía retirarse a despoblado para orar.


EXPLICACIÓN.

Vse. Mt 8,2-4; Mc 1,39-45. El leproso, prototipo del marginado. Extender la mano (13), de las hazañas divinas en el éxodo (Éx 6,6; 14,16; 15,42; Jr 17,5). Jesús no respeta la marginación impuesta por la Ley; tocando al leproso, la viola (Lv 12-13): no hay hombres impuros para Dios. No quiere que se divulgue el hecho: es demasiado pronto para declarar públicamente la invalidez de esa Ley que consagra la injusticia; las prescripciones sobre la lepra son de Moisés, no de Dios, y prueban la dureza de este pueblo (14). Pide por el éxito de su misión antes de hacer público el mensaje de la univesalidad (16).

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