viernes, 28 de enero de 2011

CRUCIFIXIÓN Y MUERTE. Lc 23,26-49.

26 Mientras lo conducían, echaron mano de un tal Simón de Cirene, que llegaba del campo, y le cargaron la cruz para que la llevase detrás de Jesús.
27 Lo seguía una gran muchedumbre del pueblo, incluidas mujeres que se golpeaban el pecho y gritaban lamentándose por él.
28 Jesús se volvió hacia ellas y les dijo:
- Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí; llorad mejor por vosotras y por vuestros hijos;
29 porque mirad que van a llegar días en que digan: "Dichosas las estériles, los vientres que no han parido y los pechos que no han criado".
30 Entonces se pondrán a decir a los montes: "Desplomaos sobre nosotros", y a las colinas: "Sepultadnos";
31 porque s con el leño verde hacen esto, con el seco, ¿qué irá a pasar?
32 Conducían también a otros, a dos malhechores, para ajusticiarlos con él.
33 Cuando llegaron al lugar llamado "La Calavera", lo crucificaron allí, a él ya los malhechores, uno a su derecha y el otro a su izquierda.
34 Jesús decía:
- Padre, perdónalos, que no saben lo que están haciendo.
Se repartieron su ropa echando suertes.
35 El pueblo se había quedado observando. Los jefes, a su vez, comentaban con sorna:
- A otros ha salvado; que se salve él si es el Mesías de Dios, el Elegido.
36 También los soldados se burlaban de él; se acercaban y le ofrecían vinagre
37 diciendo:
- Si tu eres el rey de los judíos, sálvate.
38 Además, tenía puesto un letrero:

ESTE ES EL REY DE LOS JUDÍOS

39 Uno de los malhechores crucificados lo insultaba:
- ¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti y a nosotros.
40 Pero el otro se lo reprochó:
- Y tú, sufriendo la misma pena, ¿no tienes siquiera temor de Dios?
41 Además, para nosotros es justa, nos dan nuestro merecido; éste, en cambio, no ha hecho nada malo.
42 Y añadió:
- Jesús, acuérdate de mí cuando vengas como rey.
43 Jesús le respondió:
- Te lo aseguro: Hoy estarás conmigo en el paraíso.
44 Era ya eso de mediodía, cuando la tierra entera quedó en tinieblas hasta media tarde,
45 porque se eclipsó el sol; y la cortina del santuario se rasgó por medio.
46 Jesús clamó con voz muy fuerte:
- Padre, en tus manos pongo mi espíritu.
Y, dicho esto, expiró.
47 Viendo lo que había ocurrido, el centurión alababa a Dios diciendo:
- Realmente este hombre era justo.
48 Todas las multitudes que se habían reunido para este espectáculo, viendo lo que había ocurrido, fueron regresando a la ciudad, dándose golpes de pecho.
49 Todos sus conocidos se habían quedado a distancia, y también las mujeres que lo habían acompañado desde Galilea y que estaban viendo aquello.


EXPLICACIÓN.

26-49. Como en Mt y Mc, Simón de Cirene (cf. Hch 11,20; 13,1: discípulos oriundos de Cirene) es figura del discípulo que hace suya la cruz de Jesús, llevando su seguimiento hasta el final (9,23; 14,27); contrasta con Simón Pedro, que ha negado a Jesús (26).

La gran muchedumbre que seguía a Jesús (27) representa al Israel mesiánico (muchedumbre del pueblo) que no ha renegado de él ni lo ha traicionado, pero que sólo lo sigue al modo como las plañideras acompañan un cortejo fúnebre (incluidas mujeres... lamentándose por él, cf. 8,52). Sobre la falsilla de la profecía de Zacarías, gran número de seguidores "hacen duelo por él como por un hijo único, lloran como se llora a un primogénito" (Zac 12,10-14).

Jesús no acepta ese duelo (cf. 7,13); por quien deben hacer duelo es por la ciudad de Jerusalén, cuya representación ellas asumen (Hijas de Jerusalén) y de cuya destrucción serán testigos (28). Profecía de Jesús al salir de Jerusalén (29-31, como al acercarse a ella (19,41-44). Más llanto merece la ruina del pueblo, consecuencia del rechazo del Mesías, que su propia muerte (cf. 21,23; Os 9,12). Cita Os 10,8 para indicar el horror del desastre (30). Dicho proverbial: leño verde, el que ofrece la paz; leño seco, los que profesan la violencia (31).

Malhechores: quieren que recaiga sobre Jesús la calificación de sus compañeros de suplicio (cf. 22,37) (32s). Padre, perdónalos: Jesús no reconoce culpa propia (cf. 23,41), pero afirma la ajena; ora por sus enemigos (6,27s.35s), excluyendo todo sentimiento de odio o de deseo de venganza contra ellos (cf. Hch 7,60) (33). Reparto de la ropa (cf. Sal 22,18); suertes/sorteo, término consagrado para el reparto de la tierra prometida (Nm 26,55; 36,2, etc.: Sal 22,19) (34).

Tres reacciones negativas: a) el pueblo (diverso de la "muchedumbre" del pueblo" de v.27), Israel, curiosidad burlona, como los mirones de 14,29. b) Los jefes, a su vez, ironizan (cf. 4,23: "Médico, cúrate tú"); no pueden concebir a un Mesías que muera ni a un Elegido (Is (42,1) al que Dios abandones (35): mantienen la idea del mesianismo triunfal. c) También los soldados se burlan (36): los ejecutores de la violencia del poder romano no pueden comprender a un rey que no hace nada por defenderse (37); el vinagre, símbolo del odio (Sal 69,22). También el letrero indica la irrisión (38: éste, colocado en el texto griego al final de la frase, despectivo).

Reacción de los malhechores: Uno sigue el ejemplo de los dirigentes y los soldados: la impotencia de Jesús para salvarlos de la muerte muestra la falsedad de su pretensión mesiánica (39); en todas las burlas, la idea de salvación es la de escapar de la muerte física (cf. 9,24). El otro increpa a su compañero: aunque el suplicio sea el mismo, no va a serlo la sentencia definitiva que se aproxima (40). Se confiesa culpable y reconoce a Jesús inocente (41). La respuesta de Jesús sobrepasa toda su esperanza (42s): no un día indeterminado, sino hoy (cf. 2,11; 4,21; 5,26; 19,5.9); no sólo se acordará de él, sino que participará de su reino. El paraíso: el mundo futuro no está relegado al final de la historia; se inaugura con la muerte de Jesús.

Mediodía (44), lit. "hora sexta"; tinieblas, vse. Mc 15,33. El templo ha perdido su función y queda vacío (cf. 13,35). Dios está ahora patente en la cruz de Jesús (45). Grito (46): pone en manos del Padre el Espíritu que había recibido (3,22), y que volverá a tomar para derramarlo sobre los suyos (Hch 2,33), se expresa así la voluntariedad de la muerte (cf. Sal 31,6, del justo que padece).

El pagano comprende lo que no ven los judíos (cf. 13,29); es un discípulo de la Sabiduría (7,35) (47). Pesar y arrepentimiento de las multitudes (cf. 18,13; Hch 2,37) (48, cf. v.35a): lo ocurrido, en particular las tinieblas, anuncia desastre para el pueblo (Am 8,9; Jr 15,8s). Los conocidos (49), a distancia (cf. 22,54, de Pedro): no comprenden el significado de la muerte. Mujeres (cf. 8,2s), testigos de la muerte, como lo serán de la sepultura (23,55) y de la resurrección (24,10).

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